Hay un momento, justo antes de darle “publicar”, en el que la mente se llena de dudas: ¿esto es bueno?, ¿alguien lo va a leer?, ¿qué pasa si alguien lo malinterpreta?, ¿y si simplemente a nadie le importa? No importa cuántas veces lo haya hecho antes, siempre está ese segundo de pánico en el que pienso en dejarlo en borrador y esperar a que solito me convenza.
Hacer contenido no es solo escribir y ya. Es un constante juego mental entre querer ser honesta, aportar valor y no sobrepensar cada frase. Hay días en los que confío en lo que hago, y otros en los que quiero borrar todo y desaparecer de internet.
Crear contenido en internet se siente, muchas veces, como rendir un examen donde no hay respuestas correctas, pero sí millones de opiniones y calificaciones. Y aunque en teoría hago esto porque me gusta, porque me nace y porque me parece importante, no voy a negar que la presión externa (y la presión digital, si hablamos del algoritmo que viene a decidir que sí ves y qué no) se siente, aunque intente ignorarla. En un mundo donde todo se mide en números, en visualizaciones y en interacciones (sí es frustrante e intento recordar que mi valor no está en los números), es fácil caer en la trampa de creer que algo solo vale la pena si “se hace viral”.
Y claro, también entra al chat el síndrome de la impostora.
Porque si un post no funciona como esperaba, ¿será que no soy tan buena en esto como pensaba?; si un episodio del pódcast no tiene tantas reproducciones, ¿será que mi contenido no interesa?; si un reel no recibe tantos comentarios, ¿será que debería cambiar lo que hago? Sí, la duda se cuela y me hace replantearlo todo.
Sé que esto no es algo que solo me pase a mí. He hablado con creadores de contenido, emprendedoras y amigas que trabajan en otras áreas, y la historia es la misma.
Pero últimamente he intentado cambiar la conversación conmigo misma. En vez de medir el éxito por el impacto inmediato, trato de recordar el impacto real. No el de los números, sino el de los mensajes que llegan después, el de las personas que encuentran algo valioso en lo que comparto, el de las conversaciones que surgen a raíz de lo que publico. Al final, eso es lo que importa.
No siempre es fácil. A veces la duda gana, y sí, hay cosas que dejo en borrador porque no me siento segura para compartirlas. Pero cada vez que publico algo a pesar de la duda, me recuerdo que la perfección no es el objetivo (menos los números). Que lo importante es estar aquí, seguir creando, seguir contando historias, aunque a veces la voz y la mano tiemblen.
Así que si alguna vez te has sentido así, si dudas de lo que haces o de si vale la pena seguir intentándolo, quiero recordarte algo que me repito cuando este pensamiento aparece: si algo te mueve, si algo te hace vibrar, ya es suficiente razón para hacerlo.
Aunque no se haga viral, aunque el algoritmo decida ignorarlo, aunque a veces sientas que no es suficiente.
Porque si algo conecta contigo, seguro que conectará con alguien más. Y con eso basta.
Y bueno, hablo de crear contenido en internet, pero en realidad esto aplica para todo en la vida. 💛
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