Por mucho tiempo me dio miedo pensar en sueños grandes. No porque no los tuviera, sino porque sentía que no eran para mí.

Me convencía de que mi realidad no estaba hecha para cosas enormes. Creía que los grande ssuelos estaban reservados para otras personas: las más valientes, las más talentosas, las más “listas”, incluso, las que tenían más dinero. Así que mejor me enfoqué en pensar metas “realistas”, metas aterrizadas a “mi realidad”. Cosas pequeñas, alcanzables. Y entonces, cuando las lograra, iba a poder sentirme bien… pero no, tampoco fue así.

Mucho tiempo después entendí que el problema no eran mis sueños, sino el miedo que tenía a no lograrlos.

Me aterraba la idea de confirmar todas esas dudas que tenía sobre mí. Así que elegía lo seguro, lo conocido, lo que podía alcanzar sin, quizá, demasiado esfuerzo ni demasiado riesgo. Pero ese espacio cómodo no era suficiente.

Nunca lo fue.

Un día, leí una frase que se quedó conmigo: “Si vas a soñar, exagera. Y algo se me removió. Fue como si alguien me diera permiso de desbordarme. De pensar en sueños gigantescos, de esos que te hacen sentir vértigo.

Esa idea tan simple, tan poderosa, me hizo preguntarme por qué no estaba soñando más grande. ¿Qué tenía que perder? ¿Por qué me limitaba tanto?

También entendí que mis pensamientos estaban entrenados para minimizar cualquier idea ambiciosa. “No te ilusiones demasiado,” me decía esa vocecita interna. Pero poco a poco le fui bajando el volumen hasta que dejé de escucharla. Le puse mute.

Y lo que quedó fue una verdad que se convirtió en mi verdad absoluta: puedo con esto. No importa si es enorme, si parece imposible, si asusta. Puedo con esto.

Hoy mis sueños son enormes. Brutales, incluso. Ya no siento vergüenza de decir lo que quiero, y tampoco me da miedo admitir que estoy dispuesta a trabajar por ello e, incluso, a recibirlo sin esfuerzo, se vale. Comencé a confiar en que voy a encontrar la manera.

Hay algo increíblemente liberador en soñar en grande. Es como si tu mundo se expandiera, como si le dieras a tu mente la libertad de explorar nuevas posibilidades. Y lo mejor es que, una vez que te das permiso de soñar así, ya no hay vuelta atrás. Literalmente, no paras.

Si hoy estás dudando, si sientes que deberías pensar más pequeño quiero decirte esto: no lo hagas. Exagera. Piensa en lo más grande, lo más loco, lo más ambicioso, lo más irreal, lo más imposible para ti, no para otros, siempre para ti. Aunque dé miedo.

Y si acaso sientes que no puedes, que es demasiado para ti, te voy a contar un secreto: no se trata de no soñar, se trata de no dejar que el miedo decida por ti.

Así que, si vas a soñar, sueña en grande. Exagera.

Leave a comment